martes, 18 de septiembre de 2012

Fiesta del Angelito en Chile, 1854


Traducción:
Julio Cabezas G. © Todos los derechos reservados
Lanco – Región de Los Ríos


Cuando muere un niño,  no mayor a tres o cuatro años de edad, sus padres no se lamentan, lamentarse por ello se consideraría una herejía. Tan pronto como el niño comienza a sufrir las agonías de la muerte, sus padres hacen los preparativos para festejar la misma. 
El día de su muerte, matan el ternero cebado, los pavos y otras aves de corral, y también compran un barril de vino Mosto, contratan a cantantes y bailarines, difundiendo la noticia que don “Fulano de Tal” celebrará el Angelito. 
Cuando el niño está muerto, es vestido y adornado de flores de todo tipo, su rostro es coloreado de rojo, y luego es sentado en una mesa para presidir la ceremonia y permitir la fiesta. 

El pequeño ángel que vi, fue adornado simplemente, como lo he descrito, además, para que el niño parezca con vida, se colocan dos pequeños palos entre los párpados; por lo tanto, los ojos quedan abiertos a la fuerza. 
A la llegada de los cantantes, bailarines y juerguistas, la fiesta comienza, y muy pronto se convierte en una orgía furiosa, desordenada, y sin límites. Los padres alientan y estimulan los festejos, y cuanto más el padre estimula las bebidas a los acompañantes, mucho más gloria disfrutará el pequeño Angelito en el cielo. 
Los padres, no dan esta fiesta con el único objeto de celebrar y aumentar la gloria de su pequeño Ángel. La juerga les ayuda a vender carne, cazuela, chanchito arrollado, la sidra y el mosto: y encontrar después de veinticuatro horas que se obtuvo un beneficio claro de veinte o treinta dólares. El negocio del padre no acaba aquí, se especula que después de haber negociado con el cuerpo de su hijo, lo deja al mejor postor durante veinticuatro horas, que, siguiendo el rumbo del padre, recupera sus gastos y diez o doce dólares en el nuevo negocio. De esta manera el pequeño Ángel, da vueltas como una mercancía vil, dando a sus arrendatarios los frutos de la profanación de un cadáver. 
El pequeño ángel que vi, iba en su tercer arriendo, comenzando a decaer, a pesar de que el incienso y el Agua de Colonia, calmaban el olor de la putrefacción. 


Fotografía: "Angelito", Autor desconocido, Colección Museo Histórico.  Memoría Chilena, Biblioteca Nacional Digital de Chile.

6 comentarios:

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